El Liceo Artístico Guillermo Gronemeyer de Quilpué tiene un proyecto educativo que busca equiparar el desarrollo de las disciplinas artísticas al de la formación regular. En ese contexto, el cineasta Sebastián Tejada utiliza los recursos del Programa Escuela al Cine en la asignatura de cine de la mención de artes audiovisuales, una de las tres especialidades artísticas del Liceo.
Lo que comenzó en 2015 con talleres para estudiantes de segundo medio, Sebastián lo consolidó en 2016 con la evaluación docente para profesores de artes visuales y su ingreso a la Red de Cineclub Escolar, a través del curso online de Lenguaje, apreciación y creación cinematográfica.
Así se empezó a implementar el cine en el currículum del Liceo. “Vamos haciendo los pre-proyectos, en preproducción hacemos los guiones e ideas, después viene producción y post producción. Nunca hemos tenido ni computadores ni cámaras, pero hemos obtenido resultados super buenos”, comenta el profesor Sebastián Tejada.
En las 21 horas semanales que los 3° y 4° medios dedican a su especialidad artística, Sebastián enseña lenguaje cinematográfico a través de visionados de fragmentos y ejercicios, que se cruzan con la producción de los cortometrajes que se harán en el año.
“En 3° medio, los estudiantes tienen un espacio para hacer proyectos más experimentales. Hablamos de patrimonio, fotografía fija, la animación desde una manera menos clásica; y luego en 4° medio, para formalizar los proyectos, enseñamos formalidades como el lenguaje cinematográfico, escritura de guion, montaje, y montamos la cadena de producción”, explica Sebastián.
Así, los estudiantes de cine del Liceo Guillermo Gronemeyer han logrado acumular un gran palmarés, al presentar sus cortometrajes a festivales como FESCIES, FECEM y Ojo de Pescado. “La instancia final de la realización, ‘la distribución’, justo coincide con la fecha en la que se postula a festivales”, dice el profesor, agregando que “han llegado trabajos maravillosos, documentales, experimentales, ficción. Los documentales vienen de las temáticas de los propios chiquillos, sus vidas”.
En ese sentido, Sebastián destaca el rol fundamental del cine para conocer los puntos de vista de los jóvenes. “El cine es una puerta que les permite expresar cosas que ni siquiera expresarían a través de otros canales. Temas profundos, sociales, emocionales, se pueden explorar con el cine y hay que darle cabida, porque si no estamos mintiéndonos a nosotros mismos como sociedad. Los jóvenes están en un proceso complejo, hay una incertidumbre. Los adultos de repente no somos capaces de ver a los jóvenes, en las comunidades educativas hay harto que hacer con respecto a eso”, cuenta Sebastián.
El cine como herramienta pedagógica y de expresión ha cobrado un especial valor para los estudiantes de Sebastián durante la pandemia, y también hubo un giro en la utilización de recursos para llevar a cabo los proyectos: “este contexto requiere y a la vez entrega posibilidades creativas y experimentales, no nos podemos sentar a hablar de guion en una mesa, hay que filmar con celular, ser capaces de aceptar que se pueden colar otros sonidos, hay que darle la bienvenida a los nuevos códigos en que los estudiantes consumen audiovisual y realizar las películas que ellos quieren hacer”.
Este año, en un ejercicio de memoria, cada uno de los estudiantes realizó un plano secuencia que buscara una reflexión sobre los lugares y sentimientos que han experimentado durante este tiempo, y para aprovechar el material, realizaron un montaje colectivo. “Se puede crear con cualquier cosa. Por ejemplo, el celular es una unidad de registro de imagen y también de sonido, con dos celulares se puede hacer una película. Es importante tener el trípode y al menos dos momentos creativos: el de la idea y el del montaje. La creatividad responde a las dificultades contemporáneas”, dice Sebastián.
