El Colegio San Pedro Nolasco de Quillota celebró una exitosa muestra de cortometrajes a principios de este mes, centrada en el trabajo realizado por el cineclub «Séptimo Refugio». Este taller, coordinado por los profesores Andrés García y Odalid Barrera, ha sido un espacio de expresión artística y aprendizaje para los estudiantes desde 2014, aunque desde este año la modalidad de trabajo cambió radicalmente.
Con la presencia de la directora del establecimiento, estudiantes, exestudiantes, apoderados y la encargada de comunicaciones del Programa Escuela al Cine, la muestra de cortometrajes fue el resultado de un arduo trabajo y dedicación por parte de los participantes del taller.
El taller, que en sus inicios contaba con alrededor de 12 estudiantes, ha experimentado un crecimiento significativo, alcanzando actualmente los 20 participantes. Esta evolución ha sido motivada por el interés y la participación activa de los alumnos, quienes encuentran en el taller un espacio para desarrollar su creatividad y expresarse libremente.
El proyecto del taller surge de la observación de las necesidades de los estudiantes en cuanto a la creación y la expresión artística. Andrés explica que «Los años post confinamiento han presentado ciertos desafíos que en verdad siempre han existido, que tienen que ver con la convivencia y lo socioemocional, y creemos que el cine es una herramienta para desarrollar habilidades en los estudiantes que están en sintonía con esas necesidades».
Bajo la dinámica del aprendizaje dialógico, los estudiantes tienen la oportunidad de desarrollar proyectos basados en sus propios intereses, mientras los profesores los orientan en el proceso creativo. El taller se enfoca en la realización de documentales dentro de tres categorías: autobiográficos («Quién soy»), sobre territorio («Desde mi ventana») y la relación con los otros y la tecnología («Vidas portátiles»).
A lo largo de las 11 sesiones de este semestre, los estudiantes tuvieron la oportunidad de explorar diferentes temas y contar sus historias a través del cine. El objetivo principal es que los miembros de Séptimo refugio se sientan empoderados y que el taller sea un espacio donde puedan hablar y crear libremente. El profesor señala que «nuestro propósito es ser un refugio para los estudiantes, y cuando ellos sienten que el taller es su hogar, algunos se sienten cómodos para hablar y crear».
El desarrollo del taller fomenta la autonomía de los estudiantes y les permite gestionar su tiempo de manera efectiva. Además, se promueve un espacio libre de violencia donde los estudiantes se sientan cómodos y seguros para expresarse. Durante las sesiones, se realizan actividades de exploración emocional, identifican sus emociones al inicio y al cierre de cada sesión, aprendiendo a gestionarlas de manera saludable.
El proceso de creación es totalmente libre. Los profesores evitaron hablar de lenguaje cinematográfico, ver referentes o enseñar sobre edición. Según Andrés: “en versiones anteriores del taller tratamos de apelar a las dinámicas de la academia, como trabajar planos y secuencias, pero lo reformulamos en marzo. Nos dimos cuenta de que esas no eran las necesidades de los estudiantes, no quieren más clases, ellos quieren hacer la clase”.
“Es súper interesante hacer un taller de cine sin clases de cine, creo que resultaron formas de expresión que se acercan más a las redes sociales, pero hay otros muy experimentales, que pensamos que si lo hubiéramos hecho al revés, habríamos extinguido esas ideas” dice el profesor, agregando que “resultan trabajos muy interesantes porque a mi juicio no obedecen a la escuela, no se parecen a otras cosas, o quizás sí, pero por mera coincidencia o gustos personales. Se han abierto hartos caminos, hay otros que aprenden el ritmo del montaje sin enseñárselos».
El resultado fue evidente en la muestra, donde los estudiantes también tuvieron la oportunidad de explicar sus métodos. Thomas, alumno parte del taller, comentó: “me gusta estar detrás de cámara viendo todo, ver que quede todo perfecto. Me motiva trabajar en dupla”, mientras que su compañero de trabajo, Jean Carlos, expresó “siempre estoy pensando en ideas para hacer cortometrajes. El cineclub es clave en mi experiencia académica, debería haber un taller de cine en todos los colegios”.
Por su parte, Paula es una destacada creadora que centra sus proyectos en su familia y, principalmente, su mamá. Así lo expresa: “me gusta trabajar sola para plasmar bien mis ideas, acá puedo ser yo y expresar todo lo que sienta, sea bueno o malo. El taller también me une mucho a mi familia, creo siempre sobre ellos y para ellos, lo que más me importa es llegar a mi familia”.
Marcela, quien se integró este año a Séptimo refugio, coincide con Paula: “me gusta hacer todo yo. Parto con el guion, después me pongo a pensar en las imágenes y luego empiezo a grabar. Me gusta mucho la intimidad al momento de grabar, es algo muy mío que necesito vivir para mi proceso de creación”, dice la estudiante, quien además se encuentra en 4° medio y planea estudiar cine en la universidad.
Si bien el proceso de documental ya terminó este año, los profesores Andrés y Odalid tienen pensado seguir con la misma metodología para trabajar en ficción durante el segundo semestre. “Nuestro taller de cine es super maduro. Pronto vamos a cumplir 10 años y queremos prepararlo generando material que delimite nuestras líneas de trabajo, queremos sistematizar esta práctica, conceptos, teorías y metodologías para ahora dedicarnos a la ficción”, cierra el profesor Andrés.