Cine para transformar: historias de creación colectiva en Hualpén, Biobío 

Desde la sala de clases hasta una playa en la península de Hualpén, la experiencia de cineclub de la profesora Ana María Oliva ha ido mutando, adaptándose a nuevas formas de hacer escuela. Hasta el 2024 estuvo a cargo del taller de cine en el Colegio Rucalhue y hoy es parte activa del proyecto Escuela Libre y Popular Wallpencillo, usando el cine como un vehículo de expresión, juego y creación colectiva para niños y niñas de distintas edades. 

Cineclub en Rucalhue: una comunidad de creación 

En 2022, Ana María comenzó su participación en el Programa Escuela al Cine desde el Colegio Rucalhue de Hualpén, donde integró el cineclub dentro de la asignatura de Tecnología y en un espacio extraprogramático. Trabajando con estudiantes de quinto a octavo básico, impulsó un proceso que terminó con la creación colectiva de un cortometraje inspirado en una metodología lúdica aprendida en el Encuentro de Profesores de Chillán. 

“El taller de Elisa Eliash se enfocó en la creación de historias en base a juegos, uno de ellos era la búsqueda del tesoro. Entonces en este corto el protagonista está buscando un libro y se encuentra con diversos personajes como un dios, una ninfa del bosque, una inteligencia artificial y un futbolista”, recuerda la profesora y agrega: “Un estudiante introvertido decidió ser el protagonista aventurero. Fue muy bacán porque dio vuelta un poco su personalidad”. 

Además del proceso creativo, el cineclub fomentó aprendizajes técnicos y apreciativos. Estudiaron planos, ángulos, historia del cine y dispositivos precursores como el zoótropo y el taumatropo. “Partimos siempre desde la apreciación. Los chicos no tenían mucha información sobre los orígenes del cine, entonces hablamos de los Lumière, Méliès o Alice Guy, y desde ahí pasábamos a la creación”. 

Uno de los momentos más potentes fue la muestra familiar, donde los estudiantes no solo exhibieron su corto, sino también explicaron la historia del cine y su propio proceso de trabajo a madres, padres y cuidadores. “Ellos hicieron todo. Mi participación fue la nada misma. Se fortaleció bastante la expresión, la organización y el trabajo en equipo”. 

Cine y territorio en la Escuela libre y popular Wallpencillo 

En paralelo al trabajo en el colegio, Ana María comenzó a participar en la Escuela Libre y Popular Wallpencillo, un proyecto educativo comunitario e itinerante con enfoque medioambiental, que recibe a niñas y niños desde los 4 hasta los 15 años. Aquí el aprendizaje ocurre en espacios comunitarios y también naturales del territorio. 

Gracias a un fondo adjudicado por Alquimia, el equipo de la escuelita desarrolló un área audiovisual, trabajando con materiales del Programa Escuela al Cine y metodologías de creación colectiva. Entre sus iniciativas más destacadas está un fanzine de grabaciones etnográficas, realizado por Cinthia Vega (parte del colectivo), tras registrar playas locales como la Península de Hualpén o la Playa de los Burros, zonas que enfrentan amenazas de urbanización. 

“Primero siempre parto desde la apreciación y lo histórico, y luego pasamos al lenguaje cinematográfico. Después salimos a grabar con celulares, porque es lo que tienen más a mano. En el verano hicimos salidas con micrófonos inalámbricos, grabamos mucho, todavía estamos decidiendo si hacer cápsulas o un documental más largo”. 

El trabajo se organiza por edades y combina aprendizaje cinematográfico con juego libre. Antes de cada sesión, Ana María recibe a los y las estudiantes con una colación y un espacio para conversar. Luego salen al patio a jugar y, tras eso, comienza el trabajo audiovisual. “Mezclé el juego, que creo que se está perdiendo cada vez más, con la creación. Así se baja el estrés y se activa la motivación. Para mí, eso es clave”. 

Para Ana María, el cine es una herramienta poderosa en la educación, no solo por su capacidad expresiva, sino también por el acervo cultural que entrega. “El cine te da un piso cultural importante, un contexto histórico. Llenarnos de palabras importantes ayuda con la plasticidad cerebral. Pero lo más valioso es la creación. Darle alas a los niños y niñas para que verdaderamente crean que pueden hacer cosas”. 

Su paso por el Programa Escuela al Cine ha sido, según cuenta, una apertura a nuevas formas de hacer comunidad desde la imagen. “Me ha abierto un montón el plano, es como una nueva aventura en la que puedo participar. Agradezco mucho también a la escuela Rucalhue por permitirme levantar este espacio hasta el año pasado”. En su nueva etapa con la escuelita Wallpencillo, Ana María sigue creando, jugando y enseñando cine en el territorio que habita: “La idea es que sigamos ahora con la apreciación del cine chileno y empezar otra vez con la creación, desde un punto de vista local, del territorio”, concluye.   

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