Entrevista a Adriana Fresquet: “Si la escuela es el lugar donde formar la atención, el cuidado y el amor al mundo, el cine me parece que entra con una potencia muy grande”

Adriana Fresquet estará en Chile para conversar con profesores y profesoras del país acerca de su experiencia llevando el cine a escuelas y comunidades en Brasil.

Adriana Fresquet es profesora en la Facultad de Educación y del Programa de Posgrado en Educación de la Universidade Federal do Rio de Janeiro. Su libro Cine y educación: la potencia del gesto creativo fue editado en 2014 en Chile por la editorial Ocho Libros. Es fundadora de la Red Latinoamericana de Educación, Cine y Audiovisual, Red Kino. Coordina el proyecto de investigación Currículo y Lenguaje Cinematográfico en la Educación Básica y el Programa de Extensión CINEAD, Cinema para Aprender e Desaprender, en escuelas de Brasil con estudiantes desde la educación infantil (0-5 años) hasta la tercera edad (Proyecto Cine y Vejez: la imaginación inventando la memoria). También desarrolla el proyecto Cine en el hospital, en horario escolar.

En el marco del III Encuentro Nacional de Profesores Escuela al Cine: Ver, aprender y hacer, Adriana ofrecerá este 7 de enero una Charla Magistral en la Cineteca Nacional de Chile desde a las 10:00 horas, a la que puedes inscribirte en el siguiente formulario.

Conversamos con ella en la antesala a este encuentro acerca de sus experiencias vinculando el cine a escuelas y comunidades de Brasil, la potencia del gesto creativo que nos permite el cine, el trabajo en red y los efectos y proyecciones que tiene el cine en los colegios:

Adriana Fresquet estará en Chile para conversar con profesores y profesoras del país acerca de su experiencia llevando el cine a escuelas y comunidades en Brasil.

Adriana Fresquet estará en Chile para conversar con profesores y profesoras del país acerca de su experiencia llevando el cine a escuelas y comunidades en Brasil.

– En tu experiencia y en las distintas iniciativas que se han hecho para acercar el cine en las escuelas en Brasil, como Aprender a desaprender, Inventar con la diferencia, ¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje que implica este trabajo?

Nosotros empezamos con una escuela de cine en la universidad, después fuimos buscando recursos para crear escuelas de cine donde entendíamos que hacía más falta, que era necesario trabajar con arte y efectivamente poder ofrecer imágenes e instrumentos para producir audiovisual, un audiovisual siempre inspirado en el propio cine, porque siempre damos a ver imágenes. Las escuelas que hemos creado son de naturaleza muy diferente. Hay algunas en hospitales, otras que son de niños ciegos, escuelas de niños sordos, escuelas de educación infantil; entonces lo que puedo decir que he aprendido en estas experiencias es que ninguna escuela se extraña ante un filme cuando sus imágenes son potentes. Da igual si es el filme es de 1916 o de 2018, hay una cierta potencia en las imágenes de algunos filmes que trascienden cualquier criterio de selección o comprensión de la narrativa de la película, o sea, muchas veces se piensa que “esta película para los chiquitos no, no la van a entender, o esta película es aburrida”, y yo creo que lo que me impresiona más, de pasar por distintas escuelas, es que un niño, un adulto o un anciano se conmueven de la misma manera frente a una imagen que quema, una imagen que arrebata por su calidad cinematográfica.

– ¿Qué ocurre con un estudiante que se enfrenta o que trabaja con un gesto creativo?

Yo creo que ese proceso de producir imágenes coloca el acto creativo, trae a la superficie todas las visualidades que ese estudiante tiene, de cualquier edad que él sea. Lo que está acostumbrado a ver, el tipo de encuadre, el tipo de montaje y de velocidad de las imágenes, él las produce con cierta visualidad, filma determinadas cosas de determinada manera. Entonces yo creo que una de las cosas más revolucionarias o impactantes de estas experiencias de cine en la escuela que yo he tenido la suerte de poder inventar y de poder conseguir que un grupo grande de gente que trabaje conmigo me acompañe, es que justamente el extrañamiento que producen las imágenes de un cine que llevamos a las escuelas, hace que esas visualidades habituales que los estudiantes ya llevan de su cultura de su vida, entran en un cierto choque, con una velocidad más lenta o de imágenes en blanco y negro, imágenes que son tan diferentes de nuestras imágenes occidentales. Entonces a mí lo me encanta es cuando un estudiante que vio a Gus Van Sant tiene una sensibilidad para filmar transparencias o cosas que se espejan, porque parece que más o menos consciente el hecho de tanto ver imágenes a través de vidrios, o vidrio devolviendo la imagen de quien está mirando, es cuando acabamos produciendo esas imágenes. Es por eso que yo defiendo que hasta los bebés tienen derecho a ver un filme brasileño de 1931, Límite. Lo proyectamos en una pared, no obligamos a nadie a ver nada, quien quiere ver ve, pero es una manera de empezar a gestar un cierto acervo de visualidades que van construyendo una especie de alimentación visual, para después también producir a partir de las imágenes que llevamos dentro.

– ¿Por qué nos interesa que el cine esté en la escuela?

Considero que con el cine se pueden aprender muchas cosas, y esa es una forma de relacionar el cine con la escuela que no es nueva, las películas históricamente se han llevado a la escuela. Esa es una manera, es una potencia del cine en la escuela que no vamos a negarla, pero creemos que hay muchas otras. Nosotros trabajamos las películas en muchos espacios, y la metodología que usamos es preguntarle siempre al estudiante qué vio, y qué vio es una manera de hacer concentrar la atención en esas imágenes y en ese sonido y hacer una especie de ruta por ese viaje, por esa travesía que es una película. Tener esa atención ya es una contribución muy contundente en tiempos donde la atención es constantemente picada, instantánea, zappeada, donde no damos atención por más de 30 segundos a nada.  Y si la escuela es el lugar donde formar la atención, el cuidado y el amor al mundo, el cine me parece que entra con una potencia muy grande al reforzar la atención. En relación con la producción de conocimiento, para mí es ejemplar que dos maneras más potentes de producir el conocimiento y de producir colaborativamente el conocimiento, ocurran con el cine: descubrir lo que ya está en el mundo. En ese sentido, el cine es un despliegue infinito de ampliar el conocimiento del mundo que está ahí ya siendo filmado más de 100 años. Al mismo tiempo, la otra manera de producir conocimiento es la invención. Por ejemplo, cuando los chicos filman un barrio, y se preguntan qué otras opciones harían cada uno si fueran el director de la película, y si en ese momento, en ese plano vemos un exceso de luz, o que hay colores muy fuertes, y como espectadores nos colocamos en el lugar del autor, imaginamos, preferimos otras alternativas de fotografía. Esto se hace no con discursos, sino con la propia imagen, el sonido y el movimiento. Nosotros estamos inventando un mundo que ya está ahí, que podemos imaginarlo de otra manera, producirlo, alterarlo. Si esto es posible hacerlo con la imagen, también es posible descubrir y alterar el mundo que habitamos. Esto me parece la mayor potencia pedagógica y la razón de por qué el cine tiene que estar en las escuelas.

– En tu libro «Cine y educación, la potencia del gesto creativo» planteas que el cine nos permite aprender y desaprender. ¿Qué significa el desaprender?

Pienso que, aunque el cine no fue hecho para enseñar, nosotros podemos aprender muchas cosas con el cine, pero también podemos desaprender fundamentalmente algunas verdades, ideas o valores, en las que creemos sin haber reparado mucho en ellas. Las traemos generacionalmente, culturalmente, y a veces están muy impregnadas de juicios y preconceptos. Al ver filmes, a veces vemos situaciones proyectadas que nos muestran esos valores que cargamos, conseguimos verlos mucho más claros y nos cuestionan a nosotros mismos. A mí me gusta mucho esa idea de desaprender muchas cosas que cargamos en nuestra mochila personal, que aprendimos de manera inconsciente, por personas que amamos y respetamos, pero que a veces son sexistas, racistas, clasistas, etc. El tamaño de la pantalla de proyección del cine nos grita y nos hace reaccionar delante de nuestro propio acervo de valores y principios que nos mueven vitalmente. El desaprender es ese barrer a contrapelo, y estar siempre en una revisión y sospecha de nuestros propios valores y creencias para mantenerlos vivos. En algunos casos los barremos a contrapelo y los ratificamos, y en otros casos los corregimos. Las pantallas son ventanas al mundo, pero también operan como espejos.

– ¿Cuál es el efecto que genera el cine en los estudiantes y en los establecimientos educacionales?

Nunca hemos realizado alguna evaluación sistemática respecto al rendimiento académico de un estudiante que forma parte de las escuelas de cine, pero no puedo negar que hemos recibido este retorno de muchos profesores, coordinadores y evaluadores que apuntan que los tímidos están más locuaces, que los hiperactivos están más concentrados y disciplinados, que algunos han mejorado las notas. Recuerdo una chica que tenía urticaria mejoró en tres meses. No quiero decir que sea la solución mágica a nada, pero quiero decir que el cine en la escuela envuelve, involucra todo el ser del estudiante, involucra su inteligencia, sus afectos, sus emociones, su cuerpo; entonces quien entra en el proyecto de cine, y se engancha en hacer de ese proyecto algo importante de su vida en ese semestre o de ese año, se producen algunas alteraciones en razón de incluir siempre la hipótesis de la imaginación en los modos de producción de conocimiento, que es fundamental. Autorizarse a mirar los textos como se miran las imágenes, a mirar los textos como una cosa que está ahí, pero que puede ser alterada, reinventada. Eso da un poco de autonomía, nos permite crear un gesto emancipatorio en los estudiantes. Es decirles “parte del mundo es tuya, es tu responsabilidad, y puedes imaginarlo diferente para contribuir con tu alteración a ese mundo”.

– Desde tu punto de vista, ¿Cuál es la relevancia del rol de los profesores en la trasmisión o enseñanza del cine?

Es fundamental, porque el tipo de trabajo que yo hago ha sido siempre un trabajo de formación muy larga y continuada. Para crear las escuelas de cine estuvimos un año formando a profesores. Bergala nos sugirió que teníamos que formar a los profesores en aquello que exactamente queríamos que trabajaran con los niños, y nos dejó un modelo de trabajo en 2011. Cuando volvió en 2012 para supervisar lo que ya habíamos hecho y para ampliar la consultoría, dejó también ejercicios de ver y de hacer, que es lo que voy a ofrecer estos días que esté con ustedes en Santiago, y que me parece una potencia fantástica, porque yo no trabajo sola, yo trabajo siempre con el profesor de la sala, y es importantísimo que el profesor tenga este conocimiento y que se pueda formar un equipo para enseñar el cine. La presencia del profesor es fundamental para mí, es una condición esencial para quien llega a la escuela a enseñar cine en la escuela, pueda encontrar un compañero, que conoce al grupo escolar y el espacio, y para que luego este profesor se convierta en un continuador del taller.

– En Chile el cine está presente en algunas escuelas desde hace algunos años, tanto desde nuestro Programa Escuela al Cine como por otras iniciativas. ¿Qué desafíos tenemos ahora para darle continuidad a lo que ya ha comenzado?

Es una pregunta difícil. Te voy a decir modestamente de acuerdo con mi experiencia lo que pienso. Creo en primera instancia, desde lo macro, que las políticas públicas son fundamentales, inclusive porque hay una cuestión de obsolescencia del material que utilizamos para hacer cine en las escuelas, las cámaras, los lentes, las computadoras, etcétera. Entonces creo que es necesario que haya una política que garantice la continuidad de los talleres y que garantice también inclusive una formación continuada de los docentes interesados en el cine. Desde el punto de vista del deseo, que es más difícil todavía, qué hacer para que los estudiantes y los profesores tengan ganas de seguir haciendo cine, eso tiene que ver mucho con los proyectos, con la singularidad del proyecto que cada escuela decide, como un proyecto que comenzó se va transformando en otro, y las motivaciones que unos dejan se transmite a otros.

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